sábado, 7 de marzo de 2015

Mala Alai CAPITULO 82

Novela Laliter 
Mala Alai
Capítulo 82:


No entiendo cómo pasé dos días sin Alai y ahora estoy con ella en la sala de espera de un hospital con su mano entrelazada en la mía mientras la miro a los ojos como si me amara tanto como yo lo hago. Al menos sé que todo está considerablemente bien, ya la he perdonado y así puede vivir tranquila, sólo espero que aprenda para que ella no sufre más, aunque yo tenga que vivir con la pena de no tenerla a mi lado el resto de mi vida.
Louis se acerca y Alai se levanta inmediatamente. Ella parece realmente preocupada por el estado de salud de su nuevo amigo marica. Por suerte, él sobrevivió. Alai entra en su habitación para verlo. Louis me proporciona el número de teléfono de la madre del chico-chica en Doncaster. Marco el número y llamo a la señora.
—Hola, buenas noches, señora. Habla Peter Bedoya. ¿Es usted la madre de Pedro? —me presento y pregunto educadamente.
—Hola, sí, ¿qué le pasó a mi bebé? —jadea preocupada. Me bastó escucharla para darme cuenta el porqué de la orientación sexual de su hijo.
—No se preocupe, él ahora está bien. Sufrió un accidente, pero ya ha sido ingresado al hospital y se encuentra muy bien.
—¡No! ¡Mi nene! ¿Dónde está? —lloriquea.
—Tranquila. Estamos en el Hospital de Mánchester, ¿sabe dónde es? ¿Necesita que vaya a traerla? —me ofrezco inmediatamente.
—¡No. No. No! Salgo para allá ahora mismo en mi auto —cuelga.
—¿Qué pasó? —pregunta Louis a mi lado.
—Está saliendo de Doncaster ahora mismo. Prepárate, trae una cubeta y un poco de alcohol; a la señora le dará un ataque cuando le cuentes lo que le pasó a su hijo —pongo la mano en su hombro y me dirijo hacia la habitación de . Tambien me interesa el chico, chica, o lo que sea, después de todo, es amigo de la razón de mi vida.
Antes de cruzar la puerta me quedo escuchando la voz hermosa de Alai dentro de ella, sé que no la escucharé más luego de todo esto. Seré una vieja chismosa, pero me quedo a escuchar tras de ella en lo incógnito.
—Mira, Ali, lo bueno de ser yo es que tienes lo mejor de ambos mundos. Sé lo que ese tipo esta pensando en este momento. Ese hombre te ama, se le nota en los ojos. ¿Acaso no viste como te miraba cuando estábamos en su casa? ¡Por Dios! Ya quisiera yo que un trasero abundante con un doctorado en salud me viera así.
—Ay, Pedro. Mejor cambiemos de tema, me estás poniendo mal —escucho la voz lloriqueosa de Alai.
Pasan unos segundos y ellos permanecen en silencio..
—¡¡¡Mi mami!!! —grita Pedro con una voz chillona.
Escucho un golpe fuerte en el suelo y abro la puerta inmediatamente. Alai está en el piso al lado de la camilla de Pedro. Este camina de un lado apra otro nervioso.
—Alai—me acerco a ella y la recojo del suelo.
—Pedro está preocupado por su mamá —Alai rodea sus ojos y se lanza sobre la camilla con los brazos detrás de su cabeza.
Miro hacia Peter y me doy cuenta que trae una bata de hospital abierta en la parte posterior. Empuño mis ojos y dirijo mi rostro hacia otra parte, cuando los abro el panorama más perfecto se abre ante mis pupilas. Alai me sonríe hasta que su mirada se opaca y sus labios se fruncen, sus ojos se cristalizan y baja la mirada. Está triste, y sé que no es por Pedro, sino por mí, odio ser motivo de su tristeza.
—¡Por Dios! ¡¿Nadie se da cuenta que el moribundo aquí soy yo?! —chilla.
Regreso al planeta tierra y miro a Pedro, su bata se abre cada vez más de atrás amenazando en caerse por completo.
—Pedro, tranquilízate; ya hemos hablado con tu madre y viene en camino. Todo estará bien.
—¿En camino? ¿Quién la trae? —se toma el pecho exageradamente. Su bata va resbalando por sus hombros.
—Dijo que venía sola en su auto —mascullo.
Los ojos de Zachary se abren al punto de casi convertirse en uno solo y palidece.
—¡Pero mi mami es ciega! —da un grito ahogado.
Todo en mí se pone tieso y mis músculos se tensan. Mierda, la señora se va a matar.
—Sí, como no. Si fuese ciega no tendría un auto. A otro perro con ese hueso, maricón —Alai da una carcajada.
Pedro la acompaña con otra risotada y soy yo él único confundido en la habitación.
—Ay, Alai, tú si que eres una di-o-sa —pone sus ojos en blanco y frunce sus labios lanzándole un beso a Alai.
Esto me confunde cada vez más, al punto que me irrita. Quiero cortarle las bolas a este homosexual, ¿quién se cree para hacerme estas bromas tan pesadas?
—Pitt—susurra Alai—, tranquilízate, Pedro sólo quería jugar.
Miro en su dirección y ella permanece sentada en la camilla, se levanta y se acerca a mí.
—No me está cayendo muy bien tu amiguito —digo entre dientes.
—Y así, ¿cómo te caigo? —Pedro suelta una risita por lo bajo.
Miro hacia él y su bata está totalmente despredida y se le desploma por el torso hasta caer doblada en el suelo. Mis ojos se expanden y me congelo al ver al chico totalmente desnudo. Tiene todo pequeo y flácido. Me volteo repentinamente y me escondo detrás de Alai.
—¡Mierda! ¡Alai, dile que se cubra! —gruño molesto.
Pedro y Alai sueltan en risotadas. La sangre se me sube a la cabeza.
—¿Quieres un poco, Bedoya? Es de calidad, eh —bromea Bedoya.
—¡A la mierda! ¡Alai! —demando.
Tomo de la cintura a Alai, presiono mi cabeza contra su espalda y empuño mis ojos para evitar ver tan tétrico espectáculo.
—Vamos, Peter, no tengas miedo. No te prometo que no mate como la tuya, pero alguna cosquillita rica te hará —da otra carcajada aguda—. ¿Quieres un poco de mi lasaña? Vamos, di que sí y te agrego queso parmesano al menú.
—Alai, ¡Por favor! ¡Haz algo!
Alai se voltea con la mirada brillante y una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Me toma de loz brazos y me estampa contra la pared.
—Sólo está jugando, entre más te alteres más lo hará —asegura.
Asiento y ella me suelta. Miro a Pedro a los ojos evitando centrarme en otras zonas de su cuerpo. Él sonríe con al lengua de fuera y se sacude de un lado a otro. Alai entralaza su mano con la mía.
—Estás frío —susurra.
—¿Frío? ¿Quieres que te caliente? —se ofrece. ¡Qué asco!
—Pedro, te pediré de buena manera que recuperes la decencia y te pongas d enuevo la bata. Hay una chica presente y no tiene porqué presenciar este show de terror —mascullo entre dientes.
—Pero si a Alai le encanta, le encanta succionarlo.
Fue suficiente para que perdiera los estribos. Tengo a Pedro contra la pared, mi mano presiona sobre su cuello cada vez más.
—¡Peter, ¿qué haces?! —grita Alai.
La ignoro.
—¿Qué fue lo que dijiste, marica? ¿Acaso te atreviste a faltarle el respeto a Alai? —lo libero unos centímetros para volver a estamparlo contra la pared.
Peterabre los ojos y se salen de sus cuencas como bolas de golf, abre la boca y saca la lengua exageradamente, tose como loco y papalotea amaneradamente.
—No puedo respirar —tose.
—¡Peter, detente! —exige Alai.
—Mira, idiota, ya me tienes hasta las coronilla con tus bromitas. Pero, con Alai no te metas, ¿me entiendes? Muy amigo serás suyo, pero por mis bolas que no vuelves a faltarle el respeto, ¿captas? —grito.
Escucho la puerta abrirse y el murmullo de la gente detrás de mí.
—Peter hermano, bájalo —pide Louis.
Nisiquiera lo miro, tengo plantada la mirada en el rostro agonizante del marica. Quiero ahorcarlo, ¡Cómo se atreve!
—¿Llamo a seguridad? —ofrece una voz desconocida.
—¡No, nadie llama a seguridad! —niega Louis—. Alai haz algo, sólo a tí te va a escuchar.
—Ya le dije que parara y no lo hizo.
—Pues, ¡dile algo más! ¡Yo qué sé! ¡Ustedes se entiendes!
—¡Lárguense! ¡Alai, vete, no veas como hago mierda a este imbécil!
—Peter, bájale a tus testosterona o tendré que llamar a seguridad —lo amenaza Louis.
—Peter, por favor, déjalo ya —Alai se posa a mi lado—. Mírame —toma mi mejilla y dirige mi rostro hacia el suyo—. Detente, porfavor.
Miro sus ojos cristalinos y sus labios perfectos. Regreso la vista hacia Pedro y lo suelto, le lanzo un puñetazo al rostros y doy media vuelta, me dirijo a la puerta.
—Alai, ve con él —pide Louis a mis espaldas.
No me detengo y salgo del lugar, escucho los pasos poco femeninos de Alai detrás de mí, su aroma tambien me persigue, eso me tranquiliza un poco. Entro al ascensor y no presiono ningún botón hasta que Alai entra y se posa a mi lado. El ascensor desciende tres pisos, Alai no menciona una sola palabra hasta que la puerta se abre en el estacionamiento subterráneo.
Una ola de recuerdos atravieza mi mente. Alai suspira, me doy cuenta que ella también tiene en la mente lo mismo que yo. Doy un paso fuera del elevador y Alai me sigue. Nos detenemos en la mitad del aparacamiento y ella se detiene detrás de mí.
—Lo recuerdas, ¿cierto? —susurro.
—Sí.
—Henos aquí de nuevo —suspiro.
—¿Por qué te has puesto tan a la defensiva?
—Alai...que yo decida no estar contigo no significa que haya dejado de quererte —me volteo hacia ella y miro su silueta a través de la luz débil—. ¿Tienes idea de lo duro que es para mí dejarte ir?
—No tienes que hacerlo.
—Suena fácil, pero los humanos no somos perfectos, Alai. No podría despertar a tu lado en las mañanas y evitar el eco de ciertas palabras en mi mente...
—¿Qué palabras?
—''Esta es la mujer que me dejó sin familia'' —me arrepiento de haberlo dicho justo despues de decirlo. Esto ha de estar atormentándola.
Luego de varios minutos en silencio ella separa sus preciosos labios para hablar.
—Gracias.
Me acerco más a ella y examino su expresión, parece sincera, pero me confunde. ¿Por qué me está dando las gracias?
—Gracias por cumplir tu promesa —añade.
—¿De qué hablas?
—No corriste a sus brazos a pesar de separarte de mí —su voz se quiebra.
—No habrá nadie que ocupe tu lugar; permanecerá vacío... —Esperándote, finalizo la oración en mi mente, pero me la reservo. La verdad no sé qué espero de ella, pero quisiera que existiera algún pretexto para regresar con ella.
Ella parece haber leído mi mente.
—¿Qué tengo que hacer? Dime, y lo haré...
—Alai, esto ya está.
—¿Recuerdas cómo fue que llegamos aquí? —sonríe con los ojos llenos de agua. Sé a lo que se refiere.
—Tú querías licuarle los sesos a alguien, como de costumbre. Irónico, ahora soy yo el de los estribos en la basura —bufo.
—Me llamaste: demente, lunática, maniática, trastornada, psicótica... —da un pequeño paso hacia mí en cada una de sus palabras.
—Y tú a mí me llamaste: bastardo, imbécil, idiota... —tambien doy un paso hacia ella en cada palabra. Sé a lo que nos conllevará esto, pero no intento detenerlo.
—Tambien me llamaste esquizofrénica —ríe.
—Y tambien que eras mi problema, que siempre lo fuiste —estamos a solo centímetros de distancia—. ¿Sigo siendo idiota?
—Casi tanto como yo —amplía su sonrisa, toma el cuello de mi camisa y me hala hacia ella uniendo nuestros labios.
No hay nada que haya extrañado más que sus labios, aparte de su calor, su cuerpo, su mirada, su sonrisa, sus palabrotas. Rodeo su cintura con mis brazos y la atraigo más hacia mí. Ella suspira y suelta mis labios un segundo, en lo que escucho un sollozo provieniente de su boca. Me besa desesperadamente, casi tanto como lo hago yo. Muerde mis labios e introduce su lengua en mi boca. La apego más a mí y succiono sus labios exquisitos. Rozo mis manos con la piel ligeramente descubierta de su cadera, siento que se estremece cuando siente mis dedos fríos en su piel tibia. Sostengo con más fuerza su cintura y me inclino un poco más para sujetarla con más fuerza y levantarla. La sostengo a mi nivel y ella rodea sus brazos en mi cuello, siento el delicado toque de sus dedos suaves y sus uñas ligeramente más largas que el borde de sus dedos enterrándose en mi cabello. Mis músculos se tensan, TODO se me tensa. Me doy cuenta que toca con las puntillas de los pies el suelo y le doy una pequeña suspendida en el aire para levantarla más. Sostengo con mis antebrazos en el pegue de sus piernas, justo bajo su trasero y ella queda más alta que yo e inclina su cabeza para seguirme besando, yo tengo que levantar la mía hacia el techo. Bajo mis labios hasta su cuello y deposito pequeños besos en él.
Escuchamos un cláxon pitando frente a nosotros y nos separamos. Las luces de un auto nos iluminan. Bajo a Jane y tomo su mano, ella suelta una carcajada.
─¡Me has atrapado en pleno pre faje! ─grita Alai cuando pasamos a la par del auto.
El auto pita dos veces en señal de asentimiento. Sólo Alai puede entablar amistad con la persona que la encuentra en una posición comprometedora. La ventanilla trasera del auto se abre y una chica asoma la cabeza.
─Oye, querida. Date a valer, ¿quieres?
─¿Perdón? ─se devuelve hacia el auto.
Oh, no. Esto huele a llamas, fuego, incendio.
─Consíguete un motel─ grita cuando el auto arranca.
─¡Dile a tu madre que me recomiende uno!─ grita Alai sacando ambos de sus dedos medios.
La tomo de la cintura, la levanto y la arrastro haci adentro. Ella no deshace sus ofensas no verbales hasta que el auto desaparece.
─Ven acá─ la siento en el motor de mi auto y sigo besándola.
Luego de varios minutos de placer bucal, nos despegamos para tomar aire.
─¿Por qué me haces esto? ─solloza.
─Alai, no llores ─limpio una lágrima que resbala por su mejilla─. ¿De qué estás hablando?
─¿Te estás vengando? ─acaricia mi mejilla con su mano─. ¿Por qué me besas y te portas tan amoroso conmigo si vas a dejarme luego?
Me muerdo la lengua y maldigo la hora en que dejé que esta mujer me llenara con su veneno tan delicioso. Tambien maldigo a la testosterona que corre por mi cuerpo. Un poco más de maldición para lo que estoy a punto de hacer. Maldita sea la carne, débil. Maldito sea el corazón, debil. Y maldito sea yo, enamorado.
─Pensé que mis besos era suficiente para que te dieras cuenta que me quedaré aquí─ susurro contra su boca para luego estampar mis labios contra los suyos.
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TE AMO BEDOYA

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